Te enamoraste de mí
y no te lo advertí ¡amor!.
Pero, de qué te sirve
una mujer poeta.
Una mujer desbordada
de ternura,
que vive con el alma desnuda,
y que sueña con el alma despierta.
Dices que mi inteligencia
no está en la cabeza,
que mi imaginación
deambula en otros planetas.
De qué te sirve
una mujer soñadora,
una mujer idealista,
que sólo puede disfrazar tus miedos
con fantásticos sueños
y con mil palabras bonitas
tejer ilusiones de papel.
¡Amor!
Qué fructuoso puede serte una mujer
que especula con lo absurdo,
que dialoga con el aire,
con la lluvia, con la sombra,
que contempla en el espacio
cómo se aman las gaviotas.
¡Ignórame, amor,
desiste de mi corazón!.
Yo no puedo darte seguridad.
Sólo soy una estoica apasionada,
embrujada por las palabras
palabras que me poseen
tanto como yo a ellas.
Hago gala de mi pobreza,
de mi gran nostalgia,
de mi amor al ocio,
y lo que es peor,
como una niña…
Todavía ¡me asombro!.
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